viernes, 24 de junio de 2011

Last Days


Este blog ha visto como se han ido muriendo muchas ideas y propuestas de otros y de uno mismo y aquí está, manteniendo el tipo ante el mal tiempo, demostrando una vez más, que está hecho de una madera especial, casi única. Otros quedaron atrás, pero aquí seguimos, al pie del cañón.
El asfalto de esta ciudad desprende fuego a sus pasos y no deja indiferente a nadie. En eso y poco más, es a lo que se parece esta ciudad a mi ciudad natal, en el fuego de verano, las noches de ventanas abiertas y la búsqueda perpetua de la sombra durante el día. Me queda una semana por estas tierras y es hora de hacer balance, aunque, probablemente, el siguiente post, ya sea desde mi casa.
Dejó atrás quizás el mejor año de mi vida, por muchas razones: he vivido como he querido y con quien quería después de mucho tiempo, compartiendo días y noches, he conseguido que la distancia me diera capacidad de crítica y coraza gestual ante las tonterías que me llegaban de muchos sitios. También he logrado conocer a gente maravillosa, gente que sé que es para toda la vida; me llevo amigos de verdad, con los que podré contar siempre que quiera. De esos que no organizan a la gente a su antojo ni de los que quedan a la sombra de estos como meras marionetas. De esos ya he tenido suficientes. Gente con personalidad, diferente, amable, personas que van de frente siempre, con y sin motivos. Y pienso que es muy triste esperar 25 años para tomarme una cerveza sin que lo que me rodea esté sugestionado al placer propio de alguien.
Guardo muy adentro la ladera de la alhambra, la cuesta del chapiz e incluso, el camino de Ronda. No me dejo olvidado aquellas tardes en Avenida Andalucía o el barrio de San Antón por la noche, ni el paseo de los tristes. Me impregno del olor del Sacromonte y de las angostas calles del Albaycin bajo, que por siempre me recordaran a las tardes de niño correteando por fransena. Me quedo también con el frío glacial que desprende la sierra en invierno, cuando los cristales se empañan y te asomas tras un cristal a la calle a ver nevar. No olvidaré el trasiego constante en Mesones o Bib-Rambla, ni los jardines del Triunfo por las mañanas, ni el Arco Elvira siendo apoyo de un arcoiris tras la lluvia en octubre.
Cuánta postal me llevo, cuánta foto inigualable, pero también me llevo otras cosas, a mi gente: por supuesto a mi hermano el hemeritense y nuestras quedadas porque sí, ya sea un vino, dos, unas cervezas, unos planes de festival.... A mi "moro" , con las tardes de su piso y sus cervezas en el sonora con los ceutíes, o jugando al fútbol en los paseillos, me quedo con el niño de Linares y sus infinitas oposiciones a todo lo opositable, siempre vestido "con respecto a la normativa" con Juanjo o Jaime, compañeros infinitos de fila, dibujo en mesa o ronquidos infinitos. De cuando Jaime nos hablaba del norte y se convertía en el rey del camborio...una noche más.
Tampoco me olvido de las niñas, de sus sonrisas siempre eternas en nuestro hall de entrada, ni de la organización para liarla bien gorda y acabar una noche en Vogue. Cualquier excusa vale, cualquier pretexto. Ellas tienen mucha culpa de que todo haya ido tan bien.
El tiempo se me ha escurrido entre las manos como arena de playa, aún parece cuando estábamos cualquier tarde tomándonos un café o haciendo planes que, aunque nunca cumpliéramos, siempre nos servían de excusa perfecta para una más.
Y todo esto se acaba: se acaban los vinos en casa, vivir en una ciudad casi perfecta y vivir un poco a mi manera. El despertar a cualquier hora, improvisar un plan y sentirte, aún, muy vivo.
Así fue como a cada uno de nosotros se nos resbaló el tiempo entre las manos pero tenemos que recordar, que lo importante es, cerrar a tiempo esa mano de donde se escapan las vivencias. Hay que quedarse con lo bueno,siempre. Y esta vez, tenemos mucho con lo que quedarnos.
Muchas gracias a todos de corazón por este año.

No hay comentarios:

Publicar un comentario