miércoles, 2 de marzo de 2011

Hogar dulce hogar.

La vida a veces se retuerce. Se contorsiona, se revuelve sobre sí misma y se convierte en un nudo marinero. La ilusión de volver a casa después de 2 meses caída como un castillo de naipes: derrumbada, violada, reventada. En menos de 3 meses nos azota la cruda realidad ya por 3 vez, como el día que descubriste que la vida es algo más que lo que tienes debajo del techo de Papá y de Mamá.
Me ponen enfermos los hospitales y los quirófanos, el ambiente que allí se respira y los fumadores en la puerta de la misma. No puedo con ello. Me sobrepasa. Me ahoga. Pura ansiedad.
No sé quién en su día nos prendió de este mal de ojo que se esta cebando a más no poder en la estructura de esta familia, de esta gran familia de sonrisas amplias, gestos sinceros y abrazos sentidos. No creo en fantasmas ni leyendas, ni necesito que un crío venga a decirme lo que es mentira y lo que es verdad. Esto es la vida, no lo que crees estar viviendo, no, eso no lo es. La vida es darte de cara con estas cosas, vivir cada minuto con el corazón en un puño,sufrir por los que te rodean y sobrellevar estas situaciones. Vivir no es lo que yo he estado haciendo ajeno a todo esto en bares ya sin humo y discotecas semivacías. La madurez no se estudia ni se adquiere en libros, te la da la vida y te la dan situaciones como estas. Estoy madurando a los 25 a marchas forzadas, como si fuera un caballo y hubiera un jinete sobre mí viciándose con su fusta. No me gusta, porque no lo estoy haciendo por la vía bonita de toda esta historia, lo estoy haciendo por la dolorosa y la desagradable, pero como si fuera un juego, son puntos de experiencia.
No tengo tiempo para más,ni ganas ni apetito. La próxima entrada será a la vuelta de Florencia, si, salud mediante, no tengo que posponerlo por algo urgente.

1 comentario:

  1. A pesar de lo amargo de pueda llevar esta entrada, a mí me ha sabido agridulce.
    Bonitas palabras, Adolfo.

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